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2012/09/04

Dinastía rota - Gekijouban Naruto: Dai Koufun! Mikazuki-jima no Animal Panic Dattebayo!

Sí, sé lo que estáis pensando. «Este gilipichis se ha visto las películas 2 y 3 de Naruto y la 1 aún no». Y tenéis razón toda la razón del mundo. Sí, sé perfectamente en qué orden van, pero es que los subtítulos están mal coordinados en la primera y no confío demasiado en mi inglés oído. Pero me da igual, porque la ropa de Naruto en esta peli se merece un hashtag de #mecunde de ésos que tanto les gustan a Batto y a Alegna. Un hashtag y una entrada en mi blog, obviamente. Para que luego me digáis que no escribo.

Permitidme aprovechar la ocasión y ponerme nostálgico. Ya os hablé de mis comienzos en el mundillo del animanga en una de las primeras entradas de este blog, así que puede que ya sepáis que Naruto fue una de las series que me llevó a ser lo que soy ahora mismo. Remontémonos en la historia a hace unos seis años, cuando tanto yo como mis amigos éramos aún poco más que una pandilla de frikis que disfrutaban haciendo lo que fuera que les hiciese felices sin reparar demasiado en ese infame cortarollos que es el “qué dirán”. Dos de mis mejores amigos, los cuales tenían el privilegio de poseer televisión por cable o satélite en sus casas, solían hablarme de las nuevas series que se iban estrenando por aquel entonces en ese canal tan maravilloso que solía ser Jetix. Así fue como conocí, entre otros animes, Megaman NT Warriors, Zatch Bell o One Piece, y todas las idas y venidas que en ellos se sucedían; lo que hoy día conocemos con la bellísima palabra “spoiler”, vaya (por no mencionar que uno de mis amigos era un fan acérrimo de los Power Rangers y se empeñaba en contarme cada capítulo de cada nueva serie que estos intrépidos guerreros en mallas de nylon protagonizaban).
Siendo las cosas así, mis privilegiados amigos solían jugar entre ellos a las diversas series que, desde Jetix, absorbían su espíritu y alcoholizaban su mente hasta privarles de toda razón, con lo que yo me enteraba de prácticamente todo lo que ofrecía el canal aunque fuese indirectamente y  por medio de burdas representaciones amateur. Un buen día, que no parecía especialmente diferente de cualquier otro, observé que mis amigos jugaban a algo extraño durante los diez minutos libres que nos daban al final de las clases de Educación Física. En un principio, pensé que estarían jugando a Megaman, ya que el estilo era vagamente similar; no obstante, mis amigos me sacaron pronto de mi error: en realidad estaban jugando a “una nueva serie súper guay que han empezado a echar en Jetix hace poco y que se llama Naruto”. Cada vez que hablaban del tema, yo, como siempre hacía, siempre hago y siempre haré, me quedaba calladito y escuchaba atentamente todo lo que mis amigos tenían que decirme acerca de aquella maravillosa nueva serie. Mientras escuchaba sus inexactaspalabras, me imaginaba a mi modo cómo tendría que ser todo aquello: las técnicas, los saltos, las batallas, la acción. Y, la verdad sea dicha, alucinaba en colores. Por todo esto, puedo decir sin demasiado temor a equivocarme que ya era un vil narutard antes incluso de haber empezado a ver el anime o a leer el manga por mí mismo. …Tampoco es que fuese ni sea algo demasiado raro en mí. 
Pocos meses después, ocurrió el milagro: Naruto comenzó a emitirse en abierto gracias a Cuatro. Supongo que lo anunciarían en la televisión, porque empecé a verlo desde el primer capítulo y, cómo no, me enganchó al instante. No era ni como lo había imaginado ni como me lo habían descrito, sino, a mi parecer, muchísimo mejor. Con el tiempo, empero, llegó un punto en el que comencé a perderme episodios por el simple hecho de que me quedaba dormido por las mañanas y no conseguía despertarme a tiempo para verlos. Fue muy repentino, así que imagino que debió ser porque le cambiaron el horario a la serie. Sea como fuere, y con toda la angustia de mi corazón, Cuatro tuvo la feliz idea de quitar Naruto de su parrilla y clavarme así una daga ardiendo en mitad del corazón, con lo que, estoy seguro, pretendían hundirme en la más profunda de las miserias. Muchísimo tiempo después, Cuatro decidió volver a emitirla, pero la cantidad de nuevos capítulos fue ridículamente pequeña y, cuando la serie volvió a desparecer y no daba señales de querer volver a honrarnos con su presencia, pensé que tendría que olvidarme para siempre del futuro Hokage de Konoha (nótese que aún no tenía una conexión a Internet que me permitiese bajar capítulos, y tampoco se puede decir que tuviese constancia de que se pudiesen ver series online). 
Mas, ¡oh, dicha!, TeleCinco hizo algo bien por primera vez en mucho tiempo y decidió adquirir Naruto para empezar a emitirla en Birlokus Klub cuando ese espacio se pasó a FDF. Continuando exactamente desde donde lo dejó Cuatro (y, a pesar de que la pasaron varias veces, nunca dieron los primeros episodios), Birlokus Klub nos ofreció a los aficionados la posibilidad de ver Naruto a diario y a una hora, de hecho, bastante buena. Y no me avergüenza decir que vi el relleno, el cual incluso me gustó. Pero horribles razones, imagino relacionadas con el instituto, me impidieron ver la serie completa, y llegó un punto en el que ya sí que tuve que echar mano de Internet, cuyas posibilidades había descubierto poco antes gracias a mi viejo amigo Costa. Pero ése es otro asunto.
Poco a poco, yo también acabé contagiado de la Narutomanía que se respiraba en todo tipo de ambientes, a pesar de que Bilbao sea prácticamente la ciudad menos friki y otaku de toda España. Al igual que no me avergüenza decir que me gustó el relleno de Naruto, tampoco me avergüenza decir que fui y sigo siendo un narutard a pesar de que hace años que no sigo la serie y mucho menos el manga, del cual no tengo más que un tomo y solamente por aquello de rellenar la estantería. Sin embargo, cuando creí que ya me estaba olvidando del ninja butanero más famoso de Japón, mi pobre corazoncito recibió un brutal golpe de gracia llamado Naruto Shippuden. Emitidas en FDF y posteriormente en Boing, las más maduras y oscuras aventuras de Naruto me conquistaron y me hicieron prometerle extraoficialmente al señor Masashi Kishimoto que sería un fan fiel de su obra por los siglos de los siglos, y amén. Me quedé en los aproximadamente 100 capítulos que hay doblados al español y, aunque no tengo intención de continuar viendo la serie en un futuro próximo a menos que doblen nuevos episodios, me he prometido a mí mismo que, algún día, quizás cuando el anime termine, retomaré el anime. Y aunque lo tenga que hacer solo porque todos los demás ya la hayan terminado de ver, me emocionaré con efecto retardado delante de la pantalla y en compañía de mi perro con todas esas sorpresas que aún me quedan por ver… a pesar de que ya me han desvelado algunas. Pandilla de asquerosos spoileadores que sois todos y asqueroso también el señor Tobi de la máscara que me ha llenado Twitter de mierda.

¡Vale, se acabó el contaros mi vida! ¡Aquí empieza el análisis!

¿Qué decir de Gekijouban Naruto: Dai Koufun! Mikazuki-jima no Animal Panic Dattebayo!? Pues empecemos por poneros en situación porque, con lo poco narutards que sois, imagino que ni os sonará el nombre. En esta película, cuyo título vendría a significar algo como “¡La Gran Excitación! ¡Pánico Animal en la Isla de la Luna, Dattebayo!”, Naruto Uzumaki, Sakura Haruno, Rock Lee y Kakashi Hatake son los encargados de escoltar al príncipe de la Isla de la Luna, Michiru Tsuki, y a su hijo, Hikaru Tsuki, sanos y salvos hasta casa. El príncipe, todo un vivalavirgen que cree que el dinero lo soluciona todo, ha salido de viaje para comprar artículos exóticos en el extranjero y, para ponerle el broche final a su expedición, decide ir a buscar a la madre de su hijo, quien le abandonó años atrás alegando que el príncipe no sabía lo que era “realmente importante”. La mujer no sólo se niega una vez más a volver al lado de su exmarido, sino que ignora al padre por completo y se limita a saludar al niño que de sus entrañas salió y al cual no había visto en años.

Portada del DVD y póster promocional de Mikazumi-jima no Animal Panic Dattebayo!.
Abatido y rechazado una vez más, el príncipe vuelve cabizbajo hasta su palacio en la Isla de Luna, donde los infortunios no dejarán de acosarle: poco después de llegar, se encontrará con que, mientras él estaba de viaje, uno de los sirvientes de confianza del rey ha dado un golpe de estado y se ha hecho con el trono por la fuerza. Nuestros héroes, siendo tan leales como lo son a sus amigos y a sus misiones, no dudarán en salvar a la realeza de la emboscada que les tienden en el palacio y, por supuesto, tratarán de ayudarles a restaurar la paz en el reino, para lo cual deberán derrotar y echar del trono a Shabadaba, el jefe de los rebeldes y cabecilla de toda la operación.

Los nuevos trajes veraniegos de los ninjas de Konoha.
Luchando junto a nuestros queridos ninjas están el príncipe, su arisco hijo, los pocos fieles al rey que quedan y… bueno, un circo. Los personajes del circo más destacables y que le dan el nombre de “Animal Panic” a la película son Chamu, un enorme y fiero tigre dientes de sable, y Kikki, un pequeño, divertido e inofensivo mono (sí, lo del mono suena un poco triste, lo sé, pero es lo que hay; la jirafa no estaba muy por la labor de pelear). Así, tras presenciar la muerte del rey con sus propios ojos, Naruto y los suyos deberán recuperar el Reino de la Luna aunque eso signifique luchar a capa y espada contra los rebeldes y sus poderosos esbirros ninja.

Naruto tendrá que hacer uso de cuantos poderes tiene (e incluso algunos nuevos) para hacer frente a los rivales que se cruzarán en su camino en esta película.
Como es común en la franquicia de Naruto, la amistad es una baza muy importante en la trama de esta película, y la forma en la que se desarrolla la relación de los personajes está muy bien llevada. El hijo del príncipe, Hikaru, a pesar de ser hábil con el arco y muy inteligente, es un chico retraído que nunca ha tenido amigos de verdad debido a su estatus real y que, por lo tanto, no sabe bien cómo debe tratar con la personas. Por eso, nuestro héroe, que tiene esa facilidad tan especial para llevarse bien con la gente, y los animales, que son fieles a aquellos que les quieren, harán todo lo posible a lo largo de la película para ayudarle a comprender lo que la  confianza en los demás significa y cómo la confianza nos ayuda siempre en los momentos difíciles; enseñanzas que, al final, el hijo deberá transmitir a su padre para demostrarle cómo ser un buen rey y para que comprenda qué es “lo que realmente importa”.

Este gesto tan simple tiene un gran significado durante toda la película.
Llegó la hora de tratar de analizar el apartado visual y musical del film; ya que por una vez tengo una opinión medianamente sólida, trataré de aprovecharlo (xD). Sinceramente, soy bastante escéptico en lo que a la animación en los combates respecta. Los escenarios y personajes lucen muy bien (especialmente porque la ropa es nueva y eso siempre es muy llamativo), pero no puedo evitar que las peleas de esta película me chirríen, por decirlo de alguna manera. Por mucho que se considere más dinámico y vistoso, los monigotes deformes que pretenden representar a los combatientes durante las batallas a velocidades vertiginosas no hacen justicia al cuidado estilo visual del resto de la película, y es que parece que a los ninjas de Konoha les cambien los huesos de sitio a la hora de luchar. Por lo demás, los diseños han sido mimados y se nota que se ha puesto mucho cuidado y esfuerzo en retratar a los animales correctamente. A menudo nos encontraremos, además, con espectaculares efectos visuales y escenas llenas de personajes que luchan todos a la vez, sucumben ante feroces ataques o, simplemente, actúan como el circo que son.

El majestuoso Chamu actuando en el circo del que procede.
Cambiando un poco de tema, la banda sonora de la película cumple de sobra, aunque las melodías son poco más que un acompañamiento. Encajan perfectamente en la historia, pero no son especialmente pegadizas ni se diferencian demasiado del estilo musical que prima en el anime. Tampoco son algo que vayamos a pasarnos días tarareando pero, al menos, el conjunto es agradable tanto a la vista como al oído, y eso es, al final, “lo que realmente importa”. La película no tiene un opening concreto, pero sí un ending: los créditos están acompañados de una secuencia final en la que podremos oír de fondo una canción titulada Tsubomi, del grupo japonés MARIA. Toda una delicia musical que he tenido el placer de conocer gracias a esta película.


Hablemos un poco de las luchas, pieza clave en los shounens mayoritarios de hoy en día. Hay dos batallas principales en la película, siendo la primera una demostración del poder al que nuestros héroes tendrán que enfrentarse y la segunda, por otra parte, la batalla final en la que se decide todo, cosa que no puede faltar en ningún shounenpiños que se precie. Los combates, a pesar de que no me guste demasiado cómo se han animado, son espectaculares y frenéticos; todo un lujo para nuestros ojos si no fuese por el estilo súper deformado de los personajes. Sin embargo, es una lástima que unos combates a los que se les podría haber sacado tanto jugo se reduzcan a apenas un par de escenas: si no contamos el combate final de Naruto, la suma de la duración de todos las batallas finales es de apenas cinco o seis minutos. Desgraciadamente, las batallas se resuelven fácilmente y se obvian muchos momentos: por poner un ejemplo simple, cuando volvemos a ver a nuestro protagonista tras perderle la vista durante unos minutos, éste está agotado, a punto de caer derrotado o simplemente ha cambiado el emplazamiento de su combate sin que sepamos exactamente cómo.

Los personajes lucen estupendamente salvo durante las escenas a toda velocidad de las batallas.
Si he dejado aparte la batalla final de Naruto es porque no tiene nada que ver con las anteriores. Sakura, Rock Lee y Kakashi luchan a toda velocidad, moviéndose de un lado para otro y tratando de acabar con sus rivales lo antes posible y poder así continuar su camino y ayudar a Naruto en la medida de lo posible. Sin embargo, la batalla de Naruto es lenta y la más larga con mucha diferencia. Él no lucha para derrotar a su rival, sino para transmitir sus ideales y cambiar la visión del mundo de los demás. Aunque afortunadamente el transcurso del combate tiene más que simple cháchara y hay varios momentos de acción (con un Rasengan especial de regalo un tanto cogido por los pelos), no es un combate que busque emocionarnos, sino conmovernos. Y creedme que lo consigue. Chapeau por los guionistas.

La batalla de Naruto es toda una muestra de superación y apoyo mutuo entre los protagonistas.
Lo interesante de esta película es que, de algún modo, nos aleja del ritmo normal que el anime de Naruto suele llevar. Dejando a un lado totalmente la búsqueda de Sasuke o el ascenso a Chuunin (entre otros y diversos quehaceres del ninja butanero), nos ofrece nuevos personajes, localizaciones y aventuras para que dejemos volar nuestra mente y nos embarquemos en una misión diferente y entretenida. Los personajes exclusivos son profundos y con trasfondo, entrañables, y es fácil que nos sintamos identificados con ellos a medida que les conocemos y les vemos crecer a lo largo de la aventura. Por otro lado, los personajes principales se mantienen estáticos e invariables, para que el no ver esta película no suponga perderse nada además de unas buenas raciones de guantazos con las que los fans podríamos deleitarnos fácilmente. Así, aunque no se resuelva ningún tipo de “duda” que pudiéramos tener tras ver el anime y que por lo tanto ver la película no aporta nada más que hora y media de diversión narutard, es sin duda un film de mucha calidad que merece la pena ser visto.

Haced clic en las imágenes para verlas en grande y podréis comprobar la gran calidad de los dibujos y de la animación por vosotros mismos.
Resumiendo, el tercer largo de Naruto deja un sabor de boca extraño, pero más dulce que amargo. Por un lado, la historia es muy sólida, pero lo que los fans esperamos y anhelamos, las peleas, no acaban de convencerme por su estética súper deformada. A pesar de todo, conserva perfectamente el espíritu del anime y el manga, con sentido del humor, una animación en términos generales digna de los mejores capítulos de la serie y momentos emotivos de ésos a los que estamos habituados más por la saga Shippuden que por la original. Un buen calentamiento para la nueva etapa, aunque ya la hayamos empezado hace tanto tiempo. En mi opinión, es una película que gustará a todos aquellos fans que busquen nuevas aventuras de Naruto que llevarse a la boca, pero aquellos que busquen algo más profundo, dramático y decisivo para la trama real de la saga podrían acabar un tanto descontentos. Sin embargo, y a pesar de no ser fruto de la imaginación del propio Kishimoto, es una historia de mucha calidad y muy bien planteada, que podría disfrutarse incluso si no conociésemos Naruto previamente. En conclusión, un producto derivado totalmente aceptable. Y os aseguro que no abundan.

Ficha técnica:
Título: Gekijouban Naruto: Dai Koufun! Mikazuki-jima no Animal Panic Dattebayo! (劇場版NARUTO大興奮!みかづき島のアニマル騒動だってばよ!)
Categoría: Cine – Animación manga
Género: Acción/aventura, Shounen
Año: 2006

Duración: 95 mins. aprox.
Guión: Junki Takegami
Estudio: Studio Pierrot, Viz Media
País de origen: Japón
En España: No (Subtitulado por fans o doblado al inglés)

Lo mejor:
-Como siempre, Naruto, que no pierde carisma sea cual sea el terreno.
-Historia interesante, emotiva, divertida… Digna del propio Kishimoto.
-El hijo del príncipe: repelente asqueroso al principio, adorable chiquitín al final. Evolución genial del personaje. (Hablo como si supiera, pero no.)

Lo peor:
-Las peleas finales tienen poca chicha. Rasengan especial muy cogido por los pelos.
-Animación en las batallas bastante extraña y deforme.

Nota: 8,5

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